ApocaElipsis

Había un hombre 
debajo de la piel de esa mujer.
Tenía los ojos mal planchados.
Ella le lamía lo rojo,
mientras un dios desprolijo
babeaba estampitas.
Vivían en una ciudad
donde maridos y amantes
solían besarse
en la boca vaginal
de la hembra deseada.
El orgasmo les almizclaba la cama.
A veces
se intoxicaban con palabras
en bares o iglesias.
Así habitaban el tiempo
uno dentro de otro,
en hacinamientos imposibles.
Hasta que llegó la muerte
a envasarlos en cajitas.
Foto Antonio Más Morales