Hoy
el agua cae a gritos.
Llevo
el agua cae a gritos.
Llevo
tu lengua en mi boca,
tu voz despedazada en la saliva
y algunos murmullos podridos
a fuerza de respirarte
tantas noches.
Este olvido huele a vos.
Tus lunares se burlan
y les prendo fuego en la memoria.
Una a una, las cenizas redondas
dibujan nuestra necrópolis querida.
Pero cada vez que me pierdo,
pateo las tumbas de tus flores
y beso a tus muertos.
Entro en los nichos alegres,
te muerdo la carne que queda
y nos reímos juntos de esa nada.
Malditas palabras gemidas
que aún germinan orgasmos
en mi espalda:
no puedo escaparme
de tu abrazo aunque quiera.
¿Para qué te has quedado
si te fuiste?
No lo comprendo.
Pero intentémoslo:
Pero intentémoslo:
volvamos a despedirnos
hoy que el cielo es el cadáver de Dios.