Las gafas estallaron contra el pavimento y rodé hasta el cordón. Varias personas se acercaron a ayudarme. La bicicleta se había convertido en un enjambre de aluminio y cables, pero las luces continuaban encendidas.
Poco después del parte policial y hospitalario, en la óptica me darían otra mala noticia: demorarían una semana en hacerme los cristales nuevos.
Al principio, caminaba por las calles con extremo cuidado, achicando los ojos para ver más nítido. La ciudad, las caras, los letreros resultaban de un vapor grisáceo que me angustiaba.
Pero con los días me fui acostumbrando a que las cerraduras se resistieran a mis llaves y el entorno me resultara desconocido. Mis gatos se habían transformado en aullidos de pelos, las vecinas cotillas habían perdido la boca, los libros de contabilidad eran difusos jeroglíficos. Mi vida, por primera vez, me resultaba excitante.
Cuando me miré al espejo y me vi sin arrugas, sin una marca de acné, sin pelos que sobresalieran de la nariz o de las orejas, seguí tomándole el gustillo al asunto.
Primero retrasé el ir a buscar las gafas nuevas; después puse excusas absurdas y finalmente decidí mandar al carajo a los de la óptica. En mi nuevo mundo no había lugar para detalles ni preocupaciones: las manchas en la ropa, la falta de botones, las grietas, los dientes torcidos, los agujeros, las expresiones agrias o dolorosas habían desaparecido. Por primera vez, la realidad poseía una textura arrulladora.
Cuando salí de la tienda con la bici nueva vi mi reflejo en un escaparate y hubiera jurado que ese hombre joven, seductor y elegante –que era yo– sonreía.
Quizá por la emoción de sentir el viento en los ojos o por tanta claridad no reparé en esas ramas de palmeras con grandes pinches en los extremos, que caían sobre mi carril.
Luego me levantaron del suelo otra vez y descubrí este mundo negro, aún más perfecto que el anterior.
Al principio, caminaba por las calles con extremo cuidado, achicando los ojos para ver más nítido. La ciudad, las caras, los letreros resultaban de un vapor grisáceo que me angustiaba.
Pero con los días me fui acostumbrando a que las cerraduras se resistieran a mis llaves y el entorno me resultara desconocido. Mis gatos se habían transformado en aullidos de pelos, las vecinas cotillas habían perdido la boca, los libros de contabilidad eran difusos jeroglíficos. Mi vida, por primera vez, me resultaba excitante.
Cuando me miré al espejo y me vi sin arrugas, sin una marca de acné, sin pelos que sobresalieran de la nariz o de las orejas, seguí tomándole el gustillo al asunto.
Primero retrasé el ir a buscar las gafas nuevas; después puse excusas absurdas y finalmente decidí mandar al carajo a los de la óptica. En mi nuevo mundo no había lugar para detalles ni preocupaciones: las manchas en la ropa, la falta de botones, las grietas, los dientes torcidos, los agujeros, las expresiones agrias o dolorosas habían desaparecido. Por primera vez, la realidad poseía una textura arrulladora.
Cuando salí de la tienda con la bici nueva vi mi reflejo en un escaparate y hubiera jurado que ese hombre joven, seductor y elegante –que era yo– sonreía.
Quizá por la emoción de sentir el viento en los ojos o por tanta claridad no reparé en esas ramas de palmeras con grandes pinches en los extremos, que caían sobre mi carril.
Luego me levantaron del suelo otra vez y descubrí este mundo negro, aún más perfecto que el anterior.
8 comentarios:
No me des ideas...
Me alegra volverte a leer.
Besos.
Te guardas una carta en la manga, una negra para un final más potente.
Buen micro.
Un abrazo.
Magnifico!
Qué grande sos.
Supongo que es cierto para muchos. Excelente.
Me he divertido mucho con esta visión o poca visión, del munco a veces mucho más interesante.
Un besito.
Estupendo.
"Mi vida, por primera vez me resultaba excitante"
"Este mundo negro"
Me gusta el ángulo que le das a lo que narras.
Felicidades
Te dejo enlace por si te apetece devolverme la visita antes de coger la bici nueva.
http://espiralesdetinta.blogspot.com/2011/11/formato-twitter-nanorrelatos-i.html
Un saludo.
¡Gracias por los comentarios! Besos
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