Mientras le
recortan los bordes, piensa en el karma. Tiene un presentimiento –o se miente–, en su próxima
vida le tocará ser mosca. La pinza tose a su lado; ya se imagina con unas patitas
hundidas en lo blando, eso le da un poco de gusto.
Pero el dolor
la trae de vuelta a su vida transparente: algo sigue pudriéndose por dentro. Aguanta
las lágrimas, mientras las maldiciones la atacan como mosquitos borrachos. Le
tiembla la queratina, ahora sí tiene los minutos contados.
En un arrebato
de coraje, el anciano le suplica al podólogo que la arranque, aunque ella se
agarra con la lúnula lo mejor que puede. Finalmente, la uña varias veces encarnada se desprende de la matriz y va dejando un surco profundo, atormentado.
Vuelve a
imaginarse las alitas, recién entonces se deja ir.
5 comentarios:
Hola, Marce. Reencarné y pasé a saludarte.
Me parece que a esta pobre uña habría que mandarla sin demora a consultar al Dr. Somico, jaja.
¡Beso grande y que vivan las alas!
(Saludos y guiño cómplice de Cora Zona).
Reencarnación de las musas.
Una vez más, la Musa nos deleita con una obra maestra de la micronarrativa. ¡Salú!
Oiga, Musa, con lo lindo qué es leerte, ¿por qué se ha de esperar tanto? Un beso.
:¬) Gracias por su comentario, querido Julio.
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